Relatos (de) Recreativos. Historias de ficción ambientadas en salones recreativos. Historias forjadas bajo el martillo del crédito. Historias escritas con la pluma en una mano... ¡y un buen joystick en la otra! (interpreta esto como puedas).
SinfonÃa Patética llamaron los chicos del barrio a la partida que Hernán DÃaz Portillo y su hermano Germán, ambos hijos de la pescadera, jugaron la tarde del 8 de Agosto de 1989 en los recreativos del TÃo Casiano al Double Dragon.
Lo que hay de patética en ella es ese vertiginoso descenso hacia la locura que anuncia, a veces sin previo aviso, como un hombre con gabardina que aparece al girar la esquina, el final de la inocencia de un niño.
Hernán y Germán se parecÃan entre sà del mismo modo que la noche se parece al dÃa. Germán era rubio como el Sol, alto, fuerte y seguro de sà mismo y una sonrisa acompañaba su rostro desde que se levantaba hasta que se acostaba. Hernán tenÃa el pelo tan negro como el carbón y, pese a ser enjuto, parecÃa llevar el peso del mundo sobre sus hombros, pues tan encorvados estaban sus hombros como sus labios. Y, pese a todo, nadie podÃa negar que eran hermanos. Porque jugaban siempre juntos como juntos juegan siempre los hermanos, se querÃan como sólo saben quererse los hermanos y, por supuesto, discutÃan como sólo dos hermanos saben discutir...
- ¡Vamos Hernán, no te quedan más monedas! ¡Pon ya tus iniciales de una vez por todas!, dijo Germán.
- ¡Déjame pensar en paz!, respondÃa Hernán cada vez más nervioso.
- Venga Hernán, sólo son tres letras, no es tan importante. Pon "HER", "NAN"... cualquier cosa que te venga a la cabeza, intentaba calmarlo sin éxito, como siempre, su hermano Germán.
- ¡No Germán! ¡Esta máquina es especial! ¡No pondré mis iniciales hasta que consiga pasármela de una puta vez! ¡Mañana volveremos y nos pasaremos a dobles este puto Double Dragon!
Y, tras darle una patada a la máquina, Hernán salió corriendo de los recreativos del TÃo Casiano, el cual salÃa ya de detrás de su mostrador con el garrote entre las manos.
- ¡Malditos mocosos! ¡Cualquier dÃa me va dar un infarto con vosotros! ¡Ya te cogeré Hernán!, gritaba el TÃo Casiano, mientras Germán y los demás niños abandonaban también los recreativos corriendo.
- Algo me dice que este Double Dragon nos va a dar más disgustos que alegrÃas, pero he de reconocer que tiene una música pegadiza... ¡y a este paso va a hacerme rico!, y la cara del TÃo Casiano se iluminó con una sonrisa cuando se agachó y abrió el monedero de la máquina, lleno hasta rebosar.
* * * * *
Si el destino envÃo algún tipo de aviso o señal nadie supo verlo, del mismo modo que nadie supo ver esa mañana en la pescaderÃa cómo Hernán cogÃa un pequeño cuchillo, de esos que su madre usaba a diario para vaciar el pescado. Un cuchillo pequeño, como Hernán. Un cuchillo afilado, como Hernán. Un cuchillo peligroso... como Hernán.
Al salir del colegio Hernán estaba extrañamente animado y tarareaba una y otra vez la música del Double Dragon. Esa máquina lo tenÃa totalmente obsesionado...
- Dicen que si en la batalla final un "Abobo" te lanza por los aires puedes caer en el balcón sobre el jefe final y quitarle la metralleta, dijo Hernán convencido.
- No digas tonterÃas Hernán... además, nadie se ha pasado aún el jefe final.
- Pues hoy vamos a ser los primeros. ¡Venga, vamos a los recreativos antes de que lleguen los demás!, dijo Hernán.
- Pero si no nos queda ni una moneda Hernán, nos las gastamos todas ayer, ¿recuerdas?
- ¡Pues yo te digo que hoy vamos a pasarnos el puto Double Dragon y voy a poner mis iniciales!
Aún no habÃa terminado la frase cuando Hernán se acercó a Doña Herminia que estaba sentada en un banco del parque y, sacando el pequeño cuchillo del bolsillo, le dijo:
- ¡Doña Herminia, deme todas las monedas que lleve, que no quiero hacerle daño¡
- Hi... hi... hijo, Hernán, ¿qué estás haciendo? ¡Pero si siempre has sido un buen chico¡ ¡Pero si os conozco desde que nacisteis!, respondÃa Doña Herminia incrédula.
No hizo falta seguir la conversación, tal era la mirada llena de odio de Hernán que Doña Herminia abrió su monedero dejando caer sobre la mano de Hernán todas las monedas. Hernán se alejó corriendo del parque sin mirar atrás, hasta que Germán pudo alcanzarle:
- ¡Hernán! ¡¿Pero qué has hecho?! ¡Era doña Herminia, nos conoce, conoce a mamá... se nos va a caer el pelo! ¡Eres un hijo de put...!
Hernán giró en seco, fulminó a su hermano con la mirada y apuntándole con el cuchillo le dijo:
- ¡No vuelvas a llamarme asà en tu vida¡ Recuerda que somos hermanos...
* * * * *
Durante el camino no volvieron a cruzarse ni una palabra ni mirarse el uno al otro, y asà Hernán y Germán llegaron a los recreativos del TÃo Casiano, donde un grupo de niños se arremolinaba alrededor de la recreativa del Double Dragon.
- ¡Vamos Tomás, ya casi lo tienes! ¡Si le ganas dicen que puedes besar a Marian, la chica!, jaleaban los niños a Tomás, que estaba a punto de derrotar al jefe final.
Hernán se acerco por detrás, apartando a varios niños, hasta colocarse junto al taburete desde el que Tomás estaba a punto de derrotar al jefe final y liberar a la chica. Apretando la punta del cuchillo contra sus riñones Hernán le susurró algo al oÃdo...
- No vas a ser el primero en pasarte el Double Dragon. O te largas o lo único que vas a besar hoy es la punta de este cuchillo, ¿me entiendes Tomás?
Tomás bajó de un salto del taburete y el resto de los niños se apartaron asustados. Todos corrieron hacia la puerta de los recreativos desde donde entraban los últimos jirones de luz de la tarde. Tomás se giró antes de salir y, reuniendo valor según aumentaba la distancia, se atrevió a decir:
- ¡Hernán, eres un hijo de puta! ¿¡Me oyes Hernán¡? ¡Eres un hijo de puta!, y salió de los recreativos, dejando solos a Hernán y Germán frente a la recreativa.
Hernán ni siquiera le dirigió una mirada. Absorto frente a la recreativa metió dos monedas de 5 duros y cogió el joystick...
- Yo me elijo a Billy, el moreno. Tú serás Jimmy, el rubio. Y no vale usar el codazo. Como siempre., dijo Hernán mirando a su hermano.
- De acuerdo, dijo Germán. Y no se atrevió a decir nada más, pues no era el dÃa hoy para cambiar las reglas.
En ese momento salÃa el TÃo Casiano del baño, y mirando extrañado a su alrededor les dijo:
- ¿Pero dónde están todos los niños? Si esto estaba lleno hace sólo un rato... Bueno, mejor, hoy tengo que cerrar antes. Acabad rápido esa partida que tengo que cerrar., dijo antes de ir apagando una a una el resto de máquinas de los recreativos y encerrarse tras su mostrador para ponerse a contar monedas con una sonrisa en la boca.
Ahora el momento era solemne. Con el resto de recreativas ya apagadas la música del Double Dragon sonaba por todos los recreativos, mientras Hernán y Germán, tan hermanos como Billy y Jimmy, avanzaban derrotando a las chicas con látigo, a los Abobo y el resto de enemigos... perfectamente compenetrados hasta llegar a la sala del jefe final. Una sinfonÃa perfecta.
Justo en el momento que el jefe final salÃa por la puerta con su metralleta, el TÃo Casiano, el jefe de los recreativos, salÃa de su mostrador con su garrote entre las manos...
- Venga chavales, apartaos que tengo que apagar la máquina, dijo el TÃo Casiano.
- ¡Cuidado con la metralleta, no te pongas en su lÃnea!, decÃa Hernán a su hermano.
- ¡No dejes que se acerque el Abobo de la derecha!, gritaba Germán, ahora tan concentrado en la partida como su hermano, ambos tan absortos que ninguno escuchaba al TÃo Casiano.
- ¡A tomar por culo! ¡Ni metralletas, ni Abobos, ni hostias! ¡Voy a apagar la máqui...
El TÃo Casiano no llegó a terminar la frase. Hernán le asestó un codazo en la nariz y el TÃo Casiano cayó de espaldas justo al mismo tiempo que el jefe final caÃa derrotado. Pero aún faltaba un último combate: Billy y Jimmy, Hernán y Germán, tenÃan que luchar entre sà y sólo el ganador lograrÃa el beso de Marian y poner sus iniciales.
Hernán estaba listo para el combate, pero a Germán no parecÃa importarle ya nada la partida. El TÃo Casiano se revolvÃa en el suelo. TenÃa la nariz rota, pero él se agarraba el pecho y el brazo izquierdo con todas sus fuerzas...
- A... ayu... da... Creo que... me está... dan... do un in... far... to, intentaba decir el TÃo Casiano.
- ¡Rápido Hernán, tenemos que pedir ayuda!, le gritaba Germán a su hermano.
- ¡No, déjalo! ¡No podemos dejar la partida a medias, coge el joystick y acaba la partida!, gritaba Hernán, sin apartar la mirada de la pantalla donde Marian esperaba al vencedor.
- ¡¿Pero te estás escuchando?! ¡Le está dando un infarto y tú sólo piensas en acabar la partida! ¡Pues vamos a acabar la puta partida!
Germán cogió el joystick y su personaje, Jimmy, impactó un codazo contra Billy... contra Hernán.
- ¡No vale usar el codazo! ¡Es trampa!, dijo Hernán.
- ¡¿No vale usar el codazo?!, gritaba Germán fuera de sÃ, repitiendo el codazo una y otra vez contra Billy, el personaje de su hermano, sin dejarle levantarse del suelo. ¡Qué no vale usar el codazo! ¡Eres un hijo de puta!, gritó Germán
Y entonces ocurrió. Hernán sacó el cuchillo del bolsillo y atravesó el cuello de Germán y, en menos de lo que tarda un hermano en decirle "te quiero" a su hermano, Germán se desplomó junto al TÃo Casiano, que aún agonizaba en el suelo.
Hernán quedó sólo, con las manos temblorosas llenas de la sangre de su hermano sujetando a duras penas el joystick, mientras golpeaba una y otra vez a Jimmy, el personaje de su hermano. Desde el suelo, borboteando sangre de su boca sin parar, Germán intentó decir algo:
- Te... te... quie...ro, y los ojos de Germán se vaciaron de vida.
Hernán, llorando, recibÃa como consuelo el beso Marian, y por fin llegó el momento de introducir las iniciales de su récord. Una vez más, pareció dudar, y entonces el TÃo Casiano, con sus últimas fuerzas, alcanzó a decir:
- Her... Hernán, eres... eres... ¡eres un Hijo De Puta!, y murió.
Entonces Hernán sonrió, y mientras los recreativos se inundaban con la melodÃa final del juego, aquella hermosa y patética sinfonÃa, Hernán DÃaz Portillo introdujo por fin sus iniciales... H.D.P. (*)
Zael
(*) Curiosamente, Double Dragon (Technos, 1987) nunca tuvo tabla de récords con iniciales