David Lynch ha muerto y el mundo sigue girando
- Ancient Bits
- 28 feb
- 3 Min. de lectura
Uno piensa que, cuando muere gente de la talla de David Lynch, el mundo va, de algún modo, a detenerse, sufrir algún gran cataclismo o, por lo menos, un ligero cambio en su eje de rotación...

Uno piensa que, cuando muere gente de la talla de David Bowie, David Foster Wallace o Stephen Hawking, el mundo va, de algún modo, a detenerse, sufrir algún gran cataclismo o, por lo menos, un ligero cambio en su eje de rotación. Pero esto no ha sido así para los personajes antes citados, como tampoco lo fue para Mozart, Newton ni Perico “el de los Palotes”. Ahora David Lynch ha muerto y el mundo, una vez más, sigue girando.
David Lynch murió el pasado 15 de Enero de 2025 y lo cierto es que no me he enterado hasta casi un mes después. No me considero un gran fan de David Lynch, ni siquiera he visto todas sus películas pero, hay algo en la obra de David Lynch que merece (ya que el mundo no va a hacerlo) pararse un momento a pensar.
Porque, reconozcámoslo, las películas de David Lynch no son grandes películas. No son películas entretenidas para el gran público, tampoco son (en general) películas alabadas por la crítica y, por si fuera poco, ni siquiera sus fans son capaces de entender (si es que hay algo que entender) sus películas. En resumen, el cine de David Lynch es una mierda.
En 1996, David Foster Wallace (otro que tal), escribe un breve ensayo para la revista Premiere titulado "David Foster conserva la cabeza” en el que, durante un par de días, cubre los pormenores del rodaje de la película “Carretera Perdida”. En dicho ensayo, Wallace, gran fan de Twin Peaks y Terciopelo Azul, reconoce de entrada que no se el permite entrevistar directamente a David Lynch (excusa) y que, lo más cerca que estuvo de él es viéndolo mear junto a un arbusto en uno de los exteriores del rodaje pero que, por motivos obvios, no quiso abordarlo (excusa).
Pocas veces he podido leer a David Foster Wallace de forma tan cristalina como en este ensayo. Nos dice, casi nos grita, que no se atreve a acercarse a ese hombre, que es su ídolo, porque teme verse reflejado en él. Teme descubrir que todo ese surrealismo, toda esa sofisticación y toda esa originalidad que ambos comparten en sus obras, no sea más que una farsa.
Lo que David (escritor) no sabía entonces, es que, pese a tener obras tan similares, David (director) tuvo desde su primera película algo que David (escritor) nunca (salvo, tal vez, en el momento de su muerte): un egoísmo inigualable. Y es que David Lynch nunca se preocupó de que sus películas tuvieran que gustar al gran público, de que fueran entendidas por la crítica, o que tuvieran la aprobación de la madre que lo parió. Desde el primer momento, como los grandes artistas, tuvo claro que sus películas (y, seguramente, su vida en general) estaban hechas única y exclusivamente para él mismo.
Por eso, pese a que sus películas fueran una mierda, David Lynch se merece un homenaje. Porque nos ha enseñado que, hagas lo que hagas en esta vida, ya sea una genialidad, ya sea una mierda, cuando mueras, el mundo seguirá girando.
Zael (Ancient Bits)
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