Relatos (de) Recreativos (2) - Crédito Partío
- Ancient Bits
- 15 feb 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 5 jul 2020
Relatos (de) Recreativos. Historias de ficción ambientadas en salones recreativos. Historias forjadas bajo el martillo del crédito. Historias escritas con la pluma en una mano... ¡y un buen joystick en la otra! (interpreta esto como puedas).

Joder, te juro que no soy capaz de recordar sus nombres (escupe al suelo). Tenían esa edad en la que un niño no es capaz de diferenciar si uno es un adulto o es aún un niño. Lo que sí recuerdo es que ÉL cumplía con todos los estereotipos de “chulito de recreativos”: guapo, fuerte, tenía moto y, a diferencia de todos nosotros, olía bien. P.: ... ¿ELLA? Joder, ahora ya he visto más coños que un váter en un concierto de Alejandro Sanz (escupe al suelo), pero por aquel entonces nosotros no habíamos visto nada igual. Entiéndeme, joder... éramos niños, habíamos visto a nuestras madres, a las chicas del barrio, pero nunca habíamos visto una como ELLA: pelo largo y liso, cintura de avispa y, créeme, ninguna chica agarraba el joystick como ella lo hacía. Y sí... olía bien. P.: ... ¿Qué si estaban enamorados? Joder, escucha bien esto. No me preguntes cómo pero tenían una de aquellas rarísimas y famosas monedas de 25 ptas con defecto de acuñación... sí, sí, una de esas en las que el mismísimo Franco salía guiñándote un ojo. Pues bien, tenían la costumbre de jugar “a pachas” con “su moneda especial”, como a ellos le gustaba llamarla (escupe al suelo). Ya sabes, cuando jugaba él, ella se acurrucaba en su hombro y suspiraba, y cuando era ella la que jugaba, él se situaba detrás de ella, cogiéndola de las caderas y susurrándole cosas como “tira la magía”, “eres La Chica Más Bonita Del Mundo”, “cuidado con el Abobo que sale de la pared” y esas cosas... ¡joder, me siento incómodo contándote esta mierda! P.: ... Recuerdo perfectamente aquella tarde porque justo cuando entraban me vino una flema a la garganta y... P:. ... Si me dejas acabar te lo explico, joder. Era la primera vez que, con un lapo en mi boca, me planteaba si era correcto escupirlo ahí en medio de los recreativos, buscar un pañuelo, tragármelo o qué coño hacer. ¿Me entiendes? P.: ... ¡Joder, no seas corta! ¡Ningún niño piensa eso, simplemente lo escupe! ¡Estaba dejando de ser un niño! P.: ... Como te digo, lo recuerdo con claridad. Llegaron en la moto de ÉL, una de esas motos altas de cross que hacen que las chicas vayan literalmente pegadas al culo de uno. Las puertas de los recreativos estaban plagadas de motos como esa, créeme (escupe al suelo). Sin embargo, algo iba mal. ELLA saltó de la moto haciendo aspavientos con las manos, ÉL se quedó fumando un porro con los chicos de la puerta... y pasaron toda la tarde separados. Y entonces llegó Nikolay. P.: ... ¡Nikolay, joder! ¡Uno de esos niños rusos de acogida que llenaron el barrio aquel verano! Parecían tontos, con esa forma rara de hablar cambiando el género de las palabras y esos chándals raídos que hacían parecer digna de Gucci o Armani nuestra ropa de mercadillo (escupe al suelo). La cosa es que ahí estaba Nikolay con su dichosa pronunciación: “¡Buenos tardes, señoras!”, “¿Me cambia el monedo, jefe?”, “¿Alguien juega a doblas conmigo?” y toda esa cháchara comunista llena de “Aes” donde va la “Oes” y vicever... P.: ... No me interrumpas, joder, si me dejas te lo explico. Pues va Nikolay y no se le ocurre otra cosa que acercarse a ELLA y preguntarle si quiere jugar “a doblas” con él... ¡y va y ELLA dice que sí! Y se ponen a jugar a esa máquina en la que vas por la calle repartiendo hostias por la calle (escupe al suelo). No hace falta que te diga que ÉL estaba mirándolo todo desde los billares del fondo, agarrando el palo con unos nudillos tan blancos que parecía que fuera a partirse en cualquier momento. Y entonces ocurrió. P.: ... ¡¿Qué que ocurrió?! Pues que a ELLA le quedaba muy poca vida y, de repente, el puto Nikolay comienza a gritar una y otra vez “¡Pilla la polla! ¡Necesitas la polla! ¡Tú pilla la polla!"... ¡y va y ELLA se gira y le pilla la polla! ¡La POLLA! Y entonces ÉL llega hecho una furia, y todos comprendemos que al que realmente le queda poca vida es a Nikolay. Te lo juro, nunca vi a nadie manejar con tanta maestría un palo de billar como ÉL. Había sangre de la Madre Rusia por todos lados. P.: ... ¡Pues claro que no es una tragedia! Lo peor vino después. ÉL la miró con todo el odio que puede albergar (ahora ya no había dudas al respecto) un hombre y agarró la mano de ELLA que aún sostenía “su moneda especial”. Ambos la cogieron con todas sus fuerzas y te juro que esto es lo que pasó: la moneda cayó al suelo, y con un último guiño, se partió en dos. Cada uno cogió una mitad y se marcharon cada uno por su lado. Nunca más volvimos a verlos. P.: ... ¿Que qué fue de Nikolay? Al final resultó que se llamaba Ramón. Era de Cuenca... (escupe al suelo).
Zael

(*) Basado en "E.B. nº48, VIII-1997" (Entrevistas Breves con Hombres Repulsivos, 1999) de David Foster Wallace
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